De acuerdo con el creciente consenso actual de los últimos años, la democracia se encuentra en un declive importante a nivel mundial. Son varios los elementos que evidencian dicho retroceso, entre ellos:
- la erosión progresiva de principios como la separación de poderes; el sistema de control y equilibrio; la independencia del poder judicial e igualdad ante la ley
- y el incremento perpetuo de la desinformación.
- Así mismo, este declive pone de manifiesto el desmantelamiento exponencial en la protección y libertad de prensa
- y el uso de los medios de comunicación como arma para facilitar la represión de minorías y poblaciones vulnerables.
A medida que se acumulan los abusos de derecho humanos, las prácticas democráticas son abandonadas y las injusticias quedan al descubierto, los parlamentarios resultan ser los primeros en encontrarse en primera línea para afrontar dichas vicisitudes. Como representantes de la rama democrática con mayor cercanía a los ciudadanos, los Miembros Parlamentarios tienen la responsabilidad de oponer resistencia ante los ataques hacia la democracia, incidiendo en la agenda nacional de sus respectivos gobiernos, restringiendo la incursión del poder ejecutivo y trabajando con la sociedad civil para preservar el espacio público y político. Sin embargo, son estos mismos los que se encuentran cada vez más en situaciones de riesgo como consecuencia de dicho retroceso democrático. Las ofensivas que se cometen en contra de la democracia y el espacio público común facilitan así mismo los ataques contra la integridad física y el bienestar psicológico de los parlamentarios. De igual forma, las falsas acusaciones que se generan contra dicho colectivo pueden conducir a la privación de su libertad y a su enjuiciamiento abusivo, impidiendo de esta manera que los legisladores ejerzan sus poderes y prerrogativas constitucionales para proteger los derechos humanos de sus pueblos y comunidades.
Así, la pandemia del COVID-19 personifica muchas de estas tendencias que resultan ser peligrosas, pero que resaltan a su vez la necesidad de generar el tipo de acciones colectivas que PGA ha venido impulsando a lo largo de sus más de 40 años de historia. Igualmente, esta crisis se ha convertido en un arma para que los regímenes represivos intensifiquen los abusos. En varios aspectos, la pandemia es una prueba de fuego para nuestras democracias.